El recorrido, un acto de resistencia
El recorrido, de apenas tres kilómetros entre Auschwitz I y Birkenau, es mucho más que una caminata. Es un acto de resistencia simbólica. Frente al “Muro de la Muerte”, donde miles fueron ejecutados, la delegación argentina -una de las tantas aquí presente-, rinde homenaje. La mirada del conjunto, donde no falta la referencia a padres, hermanos y abuelos asesinados por los nazis, está cargada de memoria y conecta directamente con el horror vivido en estos campos. En Birkenau, ante la “Puerta de la Muerte”, se elevan plegarias y discursos que resuenan como un mandato: “Nunca más”. Entre los oradores, un sobreviviente nonagenario, cuya voz temblorosa pero firme recuerda las atrocidades del Holocausto, conmueve hasta las lágrimas a una audiencia que incluye desde estudiantes hasta primeros ministros. Este año, las palabras también aluden al horror del 7 de octubre, un recordatorio de que el odio sigue cobrando víctimas.

La delegación que llega de Buenos Aires (de las muchas que hay provenientes de la Argentina) no solo participa, sino que también reflexiona sobre el rol de Argentina en este contexto. “Como país, hemos acogido a sobrevivientes y también enfrentado el flagelo del antisemitismo, desde los atentados a la AMIA y la Embajada de Israel hasta expresiones actuales. Nuestra presencia aquí es un compromiso para educar y actuar”, destaca un miembro del grupo, mientras observamos las chimeneas derrumbadas de Birkenau, testigos mudos de la barbarie.
El itinerario de estas horas no es solo espiritual; trata de un viaje que recorre algunos de los lugares donde se perpetró el hecho más dramático que marcó la historia contemporánea, la Shoa.

Marcelo Mindlin y su mujer, Mariana Aisenson.
Hacia fines de 1944, la inminencia de la entrada del ejército aliado hizo que los nazis aceleraran el proceso exterminador. Así se crearon las tristemente famosas “marchas de la muerte” que consistían en el traslado de las víctimas a pie, desnutridos, enfermos, moribundos, de un campo a otro para evitar que fuesen liberados por los aliados.
Las condiciones eran tortuosas, infrahumanas, y en la inmensa mayoría de los casos: mortales.
Hoy esas “marchas de la muerte” se han resignificado, convirtiéndose en Marcha por la Vida. En la edición de 2025, la Marcha no es solo un evento; es un puente entre el pasado y el futuro. Mientras caminan, rodeados de banderas de decenas de países, el mensaje es claro: la memoria del Holocausto no pertenece solo a las víctimas o al pueblo judío, sino a la humanidad entera. Y por supuesto queda la misión: transformar el dolor de la historia en un compromiso vivo por un mundo más justo.