Los más de 2.700 centros de votación habilitados en Chile para un histórico plebiscito constitucional abrieron este domingo a las 8 hora local con medidas sanitarias por la pandemia de COVID-19 y custodiados por un amplio contingente de seguridad para impedir posibles altercados.
Cerca de 14,8 millones de chilenos decidirán en las urnas si quieren o no reemplazar la actual Carta Magna, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), y qué órgano debería redactar el eventual nuevo texto, una votación que está considerada la más importante desde el retorno a la democracia. “Hoy podemos ser protagonistas de una página que va a quedar escrita en la historia de nuestro país”, dijo antes de la apertura de urnas el presidente del Servicio Electoral de Chile, Patricio Santamaría.
Las urnas funcionan excepcionalmente por 12 horas, con un horario especial para los mayores de 60 años, hay restricciones en los accesos y la prohibición de votar para los contagiados (cerca de 10.000 de acuerdo al último reporte). Además de elegir entre Apruebo y Rechazo, los electores también definirán el órgano que redactará la eventual nueva Constitución: una “Convención Mixta”, compuesta por 172 miembros, distribuida en partes iguales entre ciudadanos electos y parlamentarios en ejercicio, o una “Convención Constitucional”, de 155 miembros, en la cual todos sus integrantes deben ser elegidos popularmente.
Se entregarán dos papeletas, por tanto, un elector puede votar Rechazo y elegir una de las dos opciones para redactar el nuevo texto. De triunfar el Apruebo, Chile iniciará un proceso que se extenderá por unos dos años para redactar una nueva Constitución. El primer paso se dará el próximo 11 de abril con la elección de constituyentes, quienes tendrán entre nueve meses y un año para redactar una nueva Constitución. El nuevo texto deberá ser ratificado en un segundo referéndum.
Justo un año después de la mayor marcha realizada en Chile, que reunió a más 1,2 millones de personas una semana después del inicio de las protestas sociales, los chilenos acuden a las urnas. Resolverán sobre las opciones “Apruebo” o “Rechazo” al cambio de una Carta Magna que tuvo varias reformas en democracia.
“Chile decide”, “Yo quiero paz y por eso rechazo”, dicen los muros en el centro de Santiago, donde aparecieron en las últimas semanas de mayor aperturas de las cuarentenas, vendedores ambulantes de la Constitución y sus códigos más polémicos en facsímiles separados: “Conozca cómo nos privatizaron el agua”, gritaba en el paseo Huérfanos uno de los quiosqueros con mascarilla.
El referéndum fue decidido tras un amplio acuerdo político alcanzado en noviembre del año pasado, casi un mes después del inicio, el 18 de octubre de 2019, de las multitudinarias protestas sociales y enfrentamientos violentos con la Policía tras el alza en la tarifa del boleto del Metro de Santiago.
Una semana después, el 25 de octubre, tuvo lugar la mayor marcha realizada en democracia. Más de 1,2 millones de personas se reunieron en torno a la Plaza Italia de Santiago, demostrando la profundidad y amplitud del descontento social acumulado en décadas en un país considerado un modelo de crecimiento económico y estabilidad en América Latina.
Un año exacto después de esa manifestación histórica, Chile se juega en las urnas la posibilidad de cambiar la Constitución redactada en 1980 y sepultar definitivamente la sombra de la dictadura de Pinochet (1973-1990), resolviendo por la vía pacífica los problemas de inequidad y exclusiones que detonaron el “estallido social” de octubre.
Pero para sus detractores este proceso constituyente podría minar la posición de privilegio del país y lanzarlo a un precipicio. “Un primer propósito de este proceso constituyente es dejar atrás la sombra de la dictadura de Pinochet (…), para tener una nueva Constitución sin el pecado original de haber sido elaborada bajo el uso de la fuerza”, explicó a la AFP Marcelo Mella, politólogo de la Universidad de Santiago. El segundo objetivo, agregó Mella, es “poder resolver por la vía política y pacífica los problemas que se han transformado en estructurales y que banalizan el funcionamiento de la democracia chilena”, como la desigualdad y la exclusión.
Para los adherentes del Rechazo la estabilidad de Chile está en juego. Sus temores son avivados por la violencia que acompañó a este año de movilización social, que se salda con una treintena de fallecidos, miles de heridos y daños millonarios al mobiliario público y el comercio. Los sondeos entregan un amplio respaldo al Apruebo, con entre un 60% y un 75% de las preferencias. Pero la pandemia -que el sábado superó los 500.000 contagiados y casi 14.000 fallecidos en Chile en casi ocho meses- entrega una dosis de incertidumbre sobre la participación electoral en un país donde el voto es voluntario.
“Este acto electoral ocurre en medio de una pandemia que requiere vencer el miedo para concurrir a las urnas”, dice, en una columna el sábado en el diario La Tercera, Gloria de la Fuente, presidenta de la Fundación Chile 21, quien espera que la expectativa de cambiar el destino del país se imponga al temor al virus. Pero las autoridades tomaron resguardos para evitar los contagios.
(Fuente: TN)